Por: Diógenes Armando Pino Avila
De pié frente a la ventana observa, a su esposa gorda y fofa que suda a chorros bajo la doble capa de carmín y talco de tocador, mientras se mueve grotescamente al ritmo de la música haciendo aeróbicos y la compara con la empleada que se desplaza ágil de un lado a otro mostrando su cimbreante cintura e insinuando sus túrgidos senos ante su mirada libidinosa.
En profundas lucubraciones entre la cosmética presencia de su mujer y la sinuosa esbeltez estética de la empleada. Resuelve el conflicto apelando a su elástica ética:
–Primero estética y después cosmética –dice meneando la cabeza.
San Miguel de las Palmas de Tamalameque
De pié frente a la ventana observa, a su esposa gorda y fofa que suda a chorros bajo la doble capa de carmín y talco de tocador, mientras se mueve grotescamente al ritmo de la música haciendo aeróbicos y la compara con la empleada que se desplaza ágil de un lado a otro mostrando su cimbreante cintura e insinuando sus túrgidos senos ante su mirada libidinosa.
En profundas lucubraciones entre la cosmética presencia de su mujer y la sinuosa esbeltez estética de la empleada. Resuelve el conflicto apelando a su elástica ética:
–Primero estética y después cosmética –dice meneando la cabeza.
San Miguel de las Palmas de Tamalameque