jueves, 28 de abril de 2011

LA NOCHE DE LOS MIL ARCO IRIS

Posted by Diógenes Armando Pino Ávila 9:23, under | No comments

Por: Diógenes Armando Pino Ávila
A mis nietos. Porque hacen posible, que a mis
años, todavía tenga sueños de niño.

Sentado en un taburete el anciano escucha el intimidante rugido del río. Está inquieto. Mira con ternura a su nieta, que inocente se columpia en el chinchorro. Pensativo toma a pequeños sorbos el humeante café que le trajo su mujer. Con el sombrero se abanica, trata de desprender de su cansado cuerpo el sofocó del sol recibido en la jornada de la tarde. Mira fijamente hacia la muralla que se perfila desde la ventana. La bestia se precipita desbocada detrás de la muralla que bordea al pueblo y que hace de muro de contención para que su desbordada corriente no arrase al mísero poblado. La niña detiene su columpiar, inquieta también, escucha el rugido amenazador, corre y se refugia en las piernas del anciano.

«¿Abuelo, qué pasa si se rompe la muralla?» pregunta la niña llena de aprehensión. El anciano siente que su cansado corazón se encoge de temor y un viento helado recorre su cuerpo. Trata de poner en sus pálidos labios una sonrisa para tranquilizar a la niña, incapaz de mentir a su nieta, disimulando su preocupación dice «Se inunda el pueblo» el eco de sus palabras lo escucha lejano, extraño, como si otro y no él hubiera pronunciado las palabras, siente en lo más íntimo de su ser la responsabilidad de la especie, el deseo imperioso de preservar sus genes, el impulso primario de salvaguardar, si no la manada, sí sus crías. La niña entrecerrando los ojos, posa su mirada en la muralla y con voz débil inquiere «¿Y nos ahogamos?» El anciano suelta el sombrero y acaricia en forma protectora los rizos de su nieta, y con la mirada perdida en la lejanía responde «No. Yo te sacaría nadando hacia la parte alta» Repasa mentalmente el plan de evacuación que hace dos noches se trazó en secreto, previendo una catástrofe. La niña suspira aliviada, sonríe ante la respuesta del abuelo, pero luego su mirada se ensombrece «¿Y los demás niños?» inquiere angustiada. El anciano siente que sus manos sudan, se dilata las aletas de su nariz y su corazón cansado se arruga como un fuelle. «Sus papás los salvarán» contesta con poca convicción.
«¿Abuelo, qué podemos hacer para que el pueblo no se inunde?» El abuelo levanta la cabeza, mira el techo de palma del rancho donde vive. Observa las telarañas que cubren el caballete, se entretiene viendo el columpiar divertido de una araña tejedora, –toma tiempo para responder – sorbe distraídamente el poco café que queda en su taza, husmea en su interior, tratando de desentrañar los designios del río en las figuras caprichosas que formaban los sedimentos del café. Mira la faz morena de su nieta, contempla su inocente mirada, y toma la decisión inaplazable de contar una historia que no tiene, el único camino, inventarla mientras la cuenta.
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«”Había un pueblo parecido al nuestro, donde todos sus habitantes eran felices, gobernaba un rey bueno, que quería a los niños y por eso hizo una muralla alrededor del poblado, para que el río no lo inundara y los niños no se ahogaran. De ahí en adelante, todos los reyes que llegaban, se preocupaban por reforzarla para que no se rompiera. Pero, un día subió al trono un rey malo y mentiroso que no hacía nada por la población, ni por sus gentes, tampoco se preocupaba por la muralla. La gente vivía inquieta por esta actitud, y todos los días, los pobladores le clamaban que arreglara y reforzara la muralla, y como siempre, él decía que sí, pero no lo hacía. Esta situación se prolongó por años, hasta que en un invierno, el río aumentó su caudal, más que otros años, poniendo en peligro la población. El agua empezó a desbordar la muralla, y la amenaza era tal, que los moradores asustados, acordaron que esa noche, los adultos no durmieran, para que montaran guardia en los sitios críticos, portando unos enormes silbatos, que harían sonar como alarmas, si la situación se salía de control.”»

Esa noche, un niño humilde y bueno llamado Miguel, no quiso tomar los alimentos. Su madre por más que insistió para que comiera no pudo convencerlo. El niño se acostó con hambre. Secretamente sabía, que si se acostaba sin comer, soñaría con su hada Madrina, y en su sueño podía pedirle cualquier deseo, y ella se lo cumpliría. Esa noche soñó con su hada, ésta se le apareció en su sueño, vestida con un traje de cristal reluciente, adornado con luceros y estrellas y caracoles marinos. «¿Cuál es tu deseo?» le dijo el hada, y el inmediatamente respondió sin ninguna duda: «Que mi pueblo no se inunde» El hada sospesó el pedido y moviendo negativamente su rubia cabeza le dijo: «Mis poderes no pueden contra las aguas del río, no te puedo ayuda» Lleno de desconcierto Miguel le respondió con decisión: «Entonces, dame poder para hacerlo yo!» Ella levantó sus ojos al cielo, escrutó las estrellas por largo rato, después un poco pensativa mirando a Miguel le dijo: «Sólo hay una cosa que puedes hacer» y guardó silencio. <<¿Cuál?>> apremió el niño con impaciencia. El hada se tomó su tiempo, sacó un peine de oro, con incrustaciones de zafiro, alargó el brazo, alcanzó la luna y como si fuera un espejo, se miró la cara en ella, se peinó su dorada cabellera mientras pensaba. Luego dando un suspiro, con voz cómplice, le dijo al oído: «Todo niño tiene un ángel y cada ángel tiene un arco iris, he ahí la solución» Miguel perplejo comentó «No entiendo» Entonces el hada sonriente le explicó «El arco iris bebe agua de los ríos, pídele a tu ángel que mande a su arco iris que se tome el agua del río, para que baje el nivel y no inunde al poblado» Miguel radiante de felicidad dijo «Gracias, llamaré a mi ángel, para que llame a su arco iris y este se tome el agua del río».

Miguel llamó a su ángel y le explicó el plan, el ángel aceptó, y a su vez llamó a su arco iris, y le pidió que tomara la mayor cantidad de agua que pudiera, para que el río no inundara al pueblo. El arco iris se puso en la tarea, tomó… tomó… y tomó agua, y su cuerpo de colores se empezó a engordar y se puso enorme, pero el agua del río no bajaba su nivel. «Yo solo no puedo tomarme toda esta agua, necesito ayuda» dijo el arcoíris a su ángel. El ángel buscó a Miguel por todos los vericuetos del sueño hasta encontrarlo y le dijo: «Mi arcoíris no pudo tomarse toda el agua, pregúntale a tu hada, ¿qué podemos hacer?, un solo arco iris, no puede con toda el agua del río» Miguel llamó de nuevo a su hada, y le comentó lo que había pasado «Hada Madrina, ¿qué hago? El arco iris de mi ángel, no puede tomar el agua necesaria, para que el río baje de nivel» el hada mostró sus relucientes dientes en una sonrisa de bondad «Haré que todos los niños del pueblo sueñen y vengan a tu sueño, –dijo el hada pensativa –lo demás lo haces tú»

Enseguida, empezaron a llegar niños… y niños… y niños, y más niños, todos los niños del pueblo, hasta reunirse mil niños que soñaban el mismo sueño. Entonces Miguel frente a ellos dijo: «Todo niño tiene un ángel, y cada ángel tiene un arco iris, y los arco iris beben agua, ayúdenme a salvar al pueblo» no comprendieron sus palabras: «¿Cómo lo podemos hacer?» –contestaron en coro los mil niños. Miguel les aclaró «Pídanle a sus ángeles que traigan sus arcoíris y que estos beban al mismo tiempo agua del río, para que el nivel del agua baje y no nos inunde»

Los niños asintieron y llamaron a sus ángeles, le pidieron que cada uno trajera su arco iris y estos los trajeron. Luego fueron a la muralla, y los mil arco iris, al mismo tiempo, comenzaron a beber el agua del río, y el río bajó su nivel, por lo cual, el pueblo no se inundó. Cuentan los niños de ese pueblo, que esa fue la noche más hermosa de sus vidas, pues en una noche, y al mismo tiempo, vieron el cielo adornado con mil arco iris, y la noche era azul, y roja, y verde, y amarilla, y de mil tonalidades, y de mil colores »
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«¿Y que pasó con el rey malo ? – Dijo la nieta »
«Ah!, –suspiró el abuelo –el rey y su corte, huyeron para siempre, asustados de ver tanta luz y tantos colores, porque los malos, le huyen a la bondad de Dios»

Terminada la narración la niña se durmió, el abuelo la acostó en el chinchorro y también decidió dormir, sin embargo no comió esa noche para poder soñar y llamar a su ángel por si acaso.